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Miradas que mejoran

Mariana Morales, Karen Pérez Rubio, Macarena Verástegui, Augusto Ibáñez (coordinador)

En una investigación reciente1 de la Fundación SM se ha constatado que la principal demanda por parte del profesorado para culminar su desarrollo profesional es la formación permanente, la misma conclusión a la que llegamos cuando se realizó una consulta similar hace ya más de treinta años. Es también uno de los principios que aparecen reflejados en el “Decálogo de condiciones para transformar la educación con el impulso de los equipos docentes”2. La elaboración de este decálogo contó con la valiosa aportación de la Unesco y del Equipo Especial Internacional sobre Docentes para Educación 2030, del que formamos parte, y en él se recoge una de las ideas fundamentales del Global Report on Teachers3: la de que, para hacer frente a la escasez de docentes a nivel global, es necesario fomentar e implementar su motivación, así como cultivar su desarrollo profesional, es decir, capacitarlos mediante la autonomía y el aprendizaje permanente.

Este hecho pone de relieve que la formación permanente del profesorado es un asunto clave para la consecución de una educación de calidad. Desde hace varias décadas se ha intentado satisfacer esta necesidad con multitud de programas, cursos y planes de mejora. Sin embargo, si la formación permanente sigue considerándose como uno de los grandes ámbitos carenciales, entendemos que es por dos razones fundamentales:

  1. En primer lugar, por la importancia esencial que tiene para el desarrollo profesional de los docentes y el rendimiento de los estudiantes
  2. En segundo lugar, porque las propuestas de formación que se han planteado hasta la fecha no han conseguido los resultados esperados.

En este escenario, creemos firmemente que la mejor manera de abordar la formación permanente debería ser revisada para otorgar un mayor protagonismo a la relación profesional entre pares, desde la perspectiva de los profesionales que están cada día en las escuelas abordando dificultades pedagógicas muy similares. Los docentes tendrían que contar con la autonomía, los recursos y el tiempo suficientes para poder identificar sus necesidades y buscar soluciones conjuntas, trabajando colegiadamente con colegas tanto del propio centro educativo como de comunidades educativas más amplias.